
No es que China vaya en serio en el Pacífico, es que el espacio ha revelado el tamaño de un dominio naval vertiginoso
Las imágenes satelitales del área de ensayos en Changjing, cerca de Pekín, están mostrando la magnitud de lo que China prepara para el desfile militar del 3 de septiembre: una exhibición que coincide con el 80 aniversario del final de la guerra contra Japón y que se perfila como una demostración de poder naval y estratégico dirigida contra Estados Unidos y sus aliados.
Porque China va muy en serio si ampliamos el foco.
Un escaparate de misiles para disuadir. Contaban los analistas de Insider que entre las imágenes destacan la presencia de sistemas móviles, drones avanzados y, sobre todo, una línea completa de misiles antibuque que abarca desde modelos subsónicos furtivos hasta proyectiles hipersónicos de gran maniobrabilidad, concebidos para negar el acceso de la US Navy al Pacífico occidental. Entre los sistemas: el YJ-18C, misil subsónico y sigiloso, el YJ-15, de propulsión ramjet y velocidad supersónica, y el YJ-21, capaz de lanzarse desde buques o aeronaves con capacidad hipersónica contra blancos en movimiento.
A ellos se añadiría un proyectil aún más avanzado, el YJ-19, de planeo hipersónico superior a Mach 10. Este despliegue de misiles, que cubre todas las categorías posibles, excede con creces lo necesario para enfrentar a la marina taiwanesa y apunta directamente a las fuerzas estadounidenses y aliadas en la región, reforzando la percepción de potencia capaz de controlar los mares cercanos.
Plataformas no tripuladas. Junto a los misiles, el desfile incluirá sistemas de guerra no tripulada. En la zona de preparación se han observado drones de combate como el GJ-11 y el GJ-2, así como vehículos diseñados para transportar drones navales de superficie.
Uno de los elementos más llamativos es la aparición de un dron submarino de gran tamaño similar al ruso Poseidón, posiblemente destinado a vigilancia oceánica de largo alcance o incluso a misiones de ataque. Aunque no está claro si es nuclear o si puede portar ojivas, su mera presencia indica que Pekín explora la vía de armas estratégicas no convencionales en el dominio marítimo.
La imagen del lugar del desfile, tomada el 25 de agosto, muestra la extensión completa de los vehículos estacionados en el lugar de ensayo
ICBM, misiles y alcance. El despliegue no se limita al escenario naval. En otra sección del recinto se aprecian al menos 16 vehículos portando lo que serían misiles balísticos intercontinentales DongFeng-41, de combustible sólido y con un alcance de hasta 15.000 kilómetros, capaces de portar múltiples cabezas nucleares.
También podrían presentarse misiles de crucero de ataque terrestre como el DF-100, diseñado para alcanzar objetivos a gran distancia a velocidad supersónica. Con estas armas, Pekín proyecta la imagen de una potencia con capacidad de golpear no solo en Asia-Pacífico, sino contra objetivos en territorio estadounidense, incluidos Guam o incluso la costa oeste.
El mar como instrumento de ascenso. Recordaba esta semana la BBC en un extenso reportaje que, en apenas dos décadas, China ha transformado su industria naval en la más poderosa del mundo, absorbiendo más del 60% de los pedidos globales de buques y produciendo a un ritmo 200 veces superior al de Estados Unidos.
Este dominio se refleja en su marina de guerra, que ya cuenta con 234 navíos frente a los 219 de la flota estadounidense, aunque la ventaja norteamericana aún radica en el tonelaje, en los portaaviones de gran tamaño y en la superioridad tecnológica de sus submarinos. Para Pekín, el mar es la base de su desarrollo económico (con siete de los diez puertos más activos del planeta) y el trampolín para proyectar ambiciones geopolíticas cada vez más explícitas en el mar de China Meridional y más allá.
Una nueva base naval china con seis submarinos nucleares
Astilleros duales y fusión. La clave de este crecimiento radica en la fusión entre astilleros civiles y militares. Dalian, Guangzhou, Jiangnan y Hudong-Zhonghua produjeron entre 2019 y 2024 casi 550.000 toneladas de buques militares, más de lo que desplaza la Royal Navy británica.
El modelo de “fusión militar-civil” impulsado por Xi Jinping permite que grandes instalaciones comerciales fabriquen buques de guerra o apoyen su mantenimiento, lo que proporciona a China la capacidad de multiplicar activos en caso de conflicto prolongado. Así, incluso sin contar aún con una flota de portaaviones o submarinos comparable a la estadounidense, Pekín posee una ventaja estratégica en la rapidez de reposición y en la versatilidad de sus astilleros.
Bases ampliadas. El salto cualitativo se refleja en la expansión de bases como Yulin, en Hainan, donde en los últimos años se han añadido cinco muelles para albergar submarinos nucleares Jin capaces de portar doce misiles estratégicos cada uno.
De hecho, ensayos recientes y material filtrado en redes sociales muestran que el Ejército Popular de Liberación está incorporando drones submarinos capaces de vigilancia profunda, detección de cables y operaciones encubiertas en aguas internacionales. Aunque gran parte de estas tecnologías sigue siendo experimental, el ritmo de inversión sugiere una clara voluntad de acortar distancias con Washington en áreas de alta sofisticación.
El recuerdo histórico. Además, el proyecto naval chino está cargado de simbolismo político. Xi Jinping vincula su fortalecimiento a las “humillaciones” sufridas entre 1840 y 1949, cuando China padeció 470 invasiones y perdió su posición de potencia regional. En los desfiles militares, que exhiben misiles hipersónicos y armas antisatélite, se transmite la idea de un país que resurge tras siglos de sometimiento.
Así, el eslogan “defendemos nuestro sueño oceánico”, presente en parques temáticos navales y en muros de ciudades portuarias, busca inculcar orgullo nacional y legitimar el enorme gasto militar ante la población.
El factor Taiwán y las tensiones. Con este mapa “naval” de Pekín, el mayor interrogante es cómo utilizará la nación el poder creciente. Aunque asegura no querer interferir en otros países, mantiene firme la promesa de “reunificar” Taiwán, sin descartar el uso de la fuerza. Estados Unidos, obligado por ley a armar a Taipéi, percibe el riesgo de que un conflicto abierto arrastre a la región a una guerra mayor.
Los ensayos navales chinos cerca de Japón y la circunnavegación de Australia evidencian que la marina ya no se limita a sus aguas cercanas. Mientras tanto, el Pentágono intenta revitalizar una industria naval debilitada tras décadas de desinversión, aunque recuperar la iniciativa será una tarea titánica. La cuestión decisiva para el equilibrio del Pacífico, por tanto, parece clara: quién podrá poner más barcos en el agua, más rápido y más lejos.
Imagen | Google (vía AlexLuck), PlanetLabs/Open Nuclear Network
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No es que China vaya en serio en el Pacífico, es que el espacio ha revelado el tamaño de un dominio naval vertiginoso
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Xataka
por
Miguel Jorge
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